Trabajadores alzaron la voz sobre varios temas en su día

LA CEIBA. El Litoral Atlántico del país alzó la voz con fuerza. Miles de trabajadores marcharon este 1 de mayo con indignación, cansados de promesas vacías y reclamos ignorados históricamente por los gobiernos.
Comentaron que no hay subrogados del Seguro Social en la ciudad, y los pacientes tienen que ser atendidos en un hospital móvil, ubicado en los predios del Hospital Atlántida y las quejas crecen por la falta de medicamentos.
El personal sanitario está sobrecargado hasta el límite. Sin instalaciones adecuadas, sin equipo médico suficiente y sin personal reforzado, dar atención digna se ha vuelto una tarea imposible.

En todo ese período se ha prometido la construcción de un nuevo hospital del IHSS, pero hoy, ni siquiera hay una propuesta seria o visible en la mesa por parte del gobierno central.
El clamor fue contundente en las calles ceibeñas: La ciudad necesita con urgencia ese hospital. Los 70 mil afiliados que pagan puntualmente merecen respeto y servicios, no excusas.
La municipalidad ya ofreció el terreno para construirlo, pero el gobierno sigue ignorando el tema. ¿Qué más hace falta? La inacción ya es ofensiva y desesperante.

Desde Coyoles y Tocoa llegaron sindicatos bananeros con sus pancartas. Denunciaron la precariedad en el campo y la falta total de medicamentos en los centros de salud.
“Tenemos que viajar a Tocoa a cobrar una incapacidad, eso es inhumano y humillante para cualquier trabajador”, dijo Máximo Ruiz, presidente en Coyoles Central.
De su lado, José Alfredo Jiménez, del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Standard Fruit Company Honduras S.A. (Sutrasfco), fue directo: “No hay seguridad jurídica, ni empleo, ni atención médica, y encima se cierran fincas y se llevan todo a Guatemala”.

Los jubilados también salieron a protestar en masa. Se les descuentan sumas importantes cada mes, pero no tienen acceso a servicios básicos del Seguro Social, lo consideran una burla.
También se denunció el abuso institucional constante, despidos injustificados, sueldos miserables y una canasta básica inalcanzable son parte de una tragedia cotidiana que no da tregua.
El 1 de mayo, La Ceiba no celebró con alegría. Reclamó, denunció y exigió, dejando claro que la paciencia de la clase trabajadora está agotada y que ya no hay espacio para el silencio.

