¡El Inter elimina al Barça en una eliminatoria épica que quedará en la historia!

¡El Inter elimina al Barça en una eliminatoria épica que quedará en la historia!
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El Inter de Milán elimina al Barcelona en una eliminatoria épica, para el recuerdo. Tras el 3-3 de la ida, los italianos vencieron en un choque que del 2-0 al descanso pasó luego al 2-3, que Acerbi mandó a la prórroga en el 93′ y que Frattesi selló. Sublime Yann Sommer, sublime Lamine Yamal, polémico Marciniak

La historia de la Champions recordará esta eliminatoria con respeto y honor. Inter y Barcelona compusieron otra oda al fútbol. Si en la ida bailaron un tango al borde del precipicio, en la vuelta se la jugaron a la ruleta rusa. Y la perdió el equipo de Flick. La había tenido ganada, la había tenido perdida. Los vaivenes emocionales dejaron la sonrisa en Italia y las lágrimas en España. Honores para Inzaghi y los suyos, supervivientes y finalistas. Honores para los azulgrana también, quienes cayeron de pie.

El choque, la eliminatoria en general, fue una colección de superhéroes, Los Vengadores de la Champions. Seguramente Sommer por encima de todos, porque solo él y sus guantes milagrosos frenaron otra exhibición portentosa de Lamine Yamal, que activaba el botón del pánico del Inter cada vez que agarraba la bola. Dumfries, autor del doblete en la ida, rescató la prórroga cuando el Barcelona ya facturaba para Múnich. Lautaro Martínez y Thuram, uno anestesiado hasta las cejas para no dejar a los suyos en la estacada, otro medio cojo durante una hora, sellaron todo el gran trabajo de contención liderado por un enorme Bastoni. Y con invitados que nadie esperaba.

Si Lamine Yamal tatuó el 08304 de Rocafonda en el césped del Giuseppe Meazza, igual que en la ida en Barcelona (esta vez sin marcar), Gerard Martín puso el 08950 de Esplugues de Llobregat con momentos en que recordó aquella exhibición de Bale en este mismo estadio y esta misma competición. Rescató a los suyos con un doblete de asistencias. La noche que se lloraba a Koundé y Balde, entre él y Eric García organizaron la remontada. Que tuvo un 2-2 de Dani Olmo, el mismo que había regalado el 1-0. Y el propio Gerard Martín se quedó apocado lamentando una falta muy protestada en el 93′ para que Dumfries avanzara y encontrara Acerbi, otro defensa que no debía tener rol protagonista en el gol, cuando los de Inzaghi estaban groguis y a dos minutos de decir adiós.

Porque fue una ruleta rusa pero a lo bestia. El equipo que se había como un coloso 2-0 al descanso fue un flan en la segunda mitad. El que había sido despellejado en la primera mitad emergió con un esqueleto de adamtium en la reanudación. Qué difícil sostenerse en lo anímico y qué gran respuesta de ambos conjuntos, que se pasaron la eliminatoria muriendo y reviviendo sin parar. A ello cabe añadir la dirección de Marciniak y su asistente en el VAR. Con decisiones polémicas y controvertidas. Un penalti de Pau Cubarsí que no vio y se le rectificó. Uno que había pitado sobre Lamine Yamal y que, sin consultar el monitor, le dijeron que había sido fuera del área. Esa falta que propició el empate a 3…

Fue como escribir una novela en un pestañeo. Porque cuando Raphinha, desaparecido toda la noche, apareció de entre la niebla para rematar (a la segunda al gigante Sommer) la remontada en el 87′, Múnich asomaba por la ventana del Barcelona. Y con el Inter aleteando sin cabeza, Lamine Yamal corrió en una de sus enésimas apariciones de la noche, porque quería ponerle el lacre al pase a la Champions. Pero se topó con la madera. Quién le iba a decir ahí que iba a ser la génesis del 3-3 en la acción siguiente. Capaz de tumbar a un Barcelona glorioso con 7 goles en 10 remates durante la eliminatoria.

La incógnita de la prórroga

Pese al mazazo, el Barcelona llegaba con el viento a favor a la prórroga. Con Lautaro ya dolorido en el banquillo, Thuram solo dejaba de cojear cuando le llegaba la bola. Aunque ahí parecía convertirse en Weah, vaya eliminatoria la suya también. Si bien las piernas que había renovado Inzaghi traían más brío. Flick llegó a la final previa a la final con el armario demasiado vacío. A Lewandowski, de hecho, se le notaba muy superado.

En estas, Araujo, que había suplido a un Íñigo Martínez que coqueteaba con la segunda amarilla, entró en la trampa de Thuram. El francés se la hizo, encontró a Frattesi y este, con calma y precisión, puso el 4-3. Pero no era la última bala en la recámara. No mientras Lamine Yamal respirara en el campo. Y vaya que si lo hacía. Siguió esquiando rivales hasta el pitido final. Corajudo, con el escudo del Barcelona cargado a su espalda, pero impotente ante un Sommer imponente. Puede que un día el suizo se siente con sus nietos a explicarles todos los paradones que completó. El increíble ante Eric García, esa mano final ante Lamine en el 114, para redondear 7 intervenciones, casi todas milagrosas.

Y cuando algunos se acordaban de que era el 16º aniversario del ‘Iniestazo’, el cielo se cerró. No habrá triplete. No habrá final de Champions, pero Flick ha construido una maquinaria llamada a devolver la gloria al Barcelona. Aunque ahora lo que le quede es tristeza, rabia y un cansancio supino que le puede complicar el ‘Clásico’ y la Liga. A Inzaghi lo que le queda es su segunda final de Champions con el Inter. Un equipo que se abraza por igual a la resiliencia y a la dinamita cuando contragolpea.


 


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REDACCIÓN

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